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Crónica de un viaje a Turquía – 1º Parte

 

El 23 de setiembre partimos, mi hermana Ana Lía, mi sobrina María y yo, rumbo a Turquía. Hicimos escala en Roma.

Hacía 15 años que no iba a Estambul, Capadocia y Ankara, y regresar al país me pareció una muy buena idea. Turquía es un país bello que lo tiene todo, desde playas estupendas hasta lugares de esquí, además de historia y lugares maravillosos.

El día 24, cuando el avión sobrevolaba Estambul, notamos cuánto se había extendido la ciudad. Algo que llamó la atención a mi hermana fue que las casas eran bajas, no había rascacielos. Luego supimos que eso es para que las mezquitas sigan siendo los lugares más altos y destacados en el bello perfil de esa hermosa ciudad. Al descender al lugar donde el Oriente se encuentra con Occidente, nos estaba esperando una limosina. Hice la broma: “Faltó la copa de champagne”, para que fuera completo. Nos llevaron hasta el Ferman Sultan Hotel, ubicado a pocas cuadras de la mezquita Azul y de Santa Sofía, y rodeado de restaurantes. Un lugar pintoresco de calles estrechas y mucho tránsito. El tour estaba organizado por TCS Travel.

Comenzó el día 25 con un crucero por el estrecho del Bósforo que une el Mar de Mármara con el Mar Negro, y desde donde pudimos admirar el Palacio Dolmabaçe, lugar que visitamos y nos deslumbró por el esplendor de sus arañas de cristal de Bohemia. La del salón principal fue regalo de la reina Victoria. Los balaustres de las escaleras están construidos con cristal de Bacacarat. Fue el primer palacio de estilo europeo, neobarroco, en Estambul, construido en tiempos del sultán Abd-ul-Mejid I entre 1842 y 1853. En el salón de embajadores se firmó la aprobación del alfabeto latino, una de las cosas que hizo entrar a Turquía en la modernidad de la mano de Ataturk. Catorce toneladas de oro fueron utilizadas para adornar los cielorrasos del palacio. Una belleza para recordar construida sobre el Bósforo.

 

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También pudimos observar la fachada de la Escuela Militar y recorrimos con la vista el lado europeo y el lado asiático de Turquía, el primero más rico que el segundo. La torre Kiz Kulesi (The Leandre’s Tower) marca la división de ambos continentes, y e
s esa torre que durante meses observamos quienes mirábamos la telenovela turca que hizo furor en nuestro país.

 

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Ese día también debíamos visitar el Mercado de las Especias, pero, por razones religiosas, estaba cerrado. Tiempo habría más adelante. Luego visitamos la ciudad y admiramos las bellísimas y famosas lámparas artesanales turcas elaboradas a mano con mosaicos de vidrio. Existe una gran variedad de diseños, tamaños y colores, y se pueden utilizar como lámparas eléctricas o como porta velas. La historia del vidrio en Turquía se remonta al siglo XI y Estambul es el centro de la industria.

 

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Al día siguiente conocimos a nuestro guía, el joven turco Mustafa Ozdemir, de 28 años. También conocimos a quienes serían nuestros compañeros en este tour de cinco personas, el matrimonio Nilsen, Benet y Granma, de Canadá, que se alojaban en el mismo hotel que nosotras. Una pareja realmente encantadora.

Con el cabello cubierto y una falda larga, visitamos la hermosa mezquita Azul, o mezquita del Sultán Ahmed.

Fuimos caminando y en la ruta encontramos varios perros y numerosos gatos. Llamó mi atención que los perros, que no usaban collar, tenían una chapa adherida a una de sus orejas. Supongo para controlar su salud y tenerlos identificados. Los gatos, en cambio, recorrían la ciudad libremente, luego los vimos por todos los lugares que visitamos. No se los toca pues pueden transmitir enfermedades, pero se los ve gordos y saludables. En Turquía todos aman a los gatos y a los perros. Sin embargo la ciudad se ve impecablemente limpia.

La mezquita Azul se construyó en el lugar que ocupaba el Gran Palacio de Constantinopla, frente a Hagia Sophia, (Santa Sofía) en esa época la mezquita más venerada en Estambul, y frente al hipódromo, de gran valor simbólico. Parte de la mezquita descansa sobre los cimientos y sótanos del Gran Palacio de Constantinopla. Fue necesario también comprar diferentes palacios que ocupaban el lugar y derribarlos, y también parte de la tribuna en U del hipódromo.

Ahmet I encargó las obras al arquitecto Sedefkar Mehmet Aga, y la construcción comenzó en agosto de 1609, se inauguró en 1617. Se terminó bajo el sultanato de Mustafa I.

 

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La parte interior está revestida con más de 20.000 azulejos de cerámica hechos a mano, donde se lucen diferentes diseños de tulipanes, una de las dos flores típicas de Turquía, junto con los claveles.

Abundan, además, las representaciones de flores, frutas y cipreses. Como con el paso de los años el precio de los azulejos aumentó y no así el dinero destinados para ellos, los últimos fueron de inferior calidad y el color cambió, los verdes se tornaron azules, los rojos, marrones y el vidrio perdió brillo. Sin embargo sigue siendo un lugar de oración y de belleza inigualable. La luz natural ingresa por más de 200 vidrieras de complejos diseños y la gran cantidad de lámparas de las arañas que cuelgan les proporciona luz adicional. Entre estas lámparas se ven huevos de avestruz para evitar que las arañas que entran en la mezquita formen telarañas. En la decoración se incluyen versos del Corán. El suelo está cubierto por alfombras que los fieles donan y se sustituyen a medida que se gastan. La obligatoriedad es ir con los pies desnudos caminado sobre estas alfombras luego de las abluciones. Los visitantes nos cubrimos los zapatos con bolsas de nylon que nos proporcionaron. Los numerosos ventanales dan la sensación de mayor espacio.

Frente a la mezquita azul se encuentra el museo de Santa Sofía o Hagia Sophia, Santa Sabiduría, antigua basílica patriarcal ortodoxa desde el año 360 hasta 1453, con un paréntesis entre 1204 y 1261, en que fue una Catedral Católica de rito latino durante el patriarcado latino de Constantinopla. Tras la conquista del imperio otomano fue transformada en mezquita hasta 1931. Pocos años después se inauguró como museo. El templo está dedicado a la Divina Sabiduría, pero la transcripción fonética la transforma en Santa Sofía. Su nombre es Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios.

Su famosa cúpula está considerada como el epítome de la arquitectura Bizantina. Por casi 1000 años fue la catedral con mayor superficie del mundo, hasta que fue superada por la catedral de Sevilla en 1520.

El edificio actual fue reconstruido entre 532 y 537 por orden del emperador Justiniano I y el diseño fue obra del arquitecto Isidoro de Mileto y del matemático Antemio de Tralles. Guarda gran colección de reliquias de santos y fue sede del Patriarca de Constantinopla. Se considera que ahí tuvo lugar el comienzo del Gran Cisma, con la excomunión de Miguel I Cerulario, en 1054.

Cuando Constantinopla fue conquistada por los turcos otomanos, el sultán Mehmed II la convirtió en mezquita, y sus mosaicos fueron cubiertos con estuco. Se le añadieron detalles arquitectónicos islámicos como el mihrab y cuatro minaretes.

 

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Hoy se están rescatando las hermosas imágenes bizantinas como el Cristo Pantocrátor y otras de enorme belleza.

 

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Luego recorrimos el Hippodrome Byzantine donde tenían lugar las carreras de cuadrigas y otras; también luchas de a caballo de mayor o menor peligrosidad. Este lugar es hoy paso obligado para todos los peatones de Estambul conectando distintas zonas comerciales.

La visita al Grand Bazaar tuvo que ser postergada por los feriados de sábado y domingo, por lo que nos dirigimos a Palacio Topkapi. En la visita lamentablemente no estaba incluido el harén, con sus numerosos y adornados salones. Cuando, más adelante, quisimos visitarlo caímos en la cuenta de que no lo podíamos ver sin pasar otra vez por el Palacio. Hace 15 años lo visité y por lo tanto recuerdo las paredes decoradas, las lámparas de cristal y el magnífico sector de baños.

El palacio Topkapi tenía dos salones cerrados por refacción, por lo que no pudimos admirar gran cantidad de su tesoro, pero sí vimos el enorme brillante de 81 quilates rodeado de dos hileras de brillantes y el famoso puñal de esmeraldas. Lastima no poder admirar tantas otras cosas maravillosas, como el trono de oro recamado en piedras preciosas. Cuántas bellezas que no pudimos ver.

 

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El día siguiente, 27 de setiembre, Mustafa Ozdemir, nos facilitó los trámites para tomar el vuelo para la capital turca, Ankara, en la parte oriental de Turquía.

Cuando dejamos el avión que nos trasladó como queda dicho a la capital de Turquía, nos estaba esperando Esretf Koksal, nuestro chofer, que en una moderna y cómoda unidad para 10 personas, nos trasladaría, por tierra, a los 5 integrantes del tour. Nos llevaría desde Ankara hasta Estambul. Excelente guía Mustafá, excelente chofer Esretf.

Lo primero que visitamos fue el Museo de Anatolia, con una moderna concepción del espacio que permitía una recorrida desde los inicios de la historia hasta el presente, pasando la prehistoria: hombres, localidades, cerámicas y utensilios. Digno de verse. El respeto y la higiene ya eran una compañía permanente, además de los gatos que nos seguían indiferentes a la distancia.

Desde ahí a Catalhoyuk, ubicado en la parte sur de Anatolia y una de las ciudades más antiguas del mundo pues existió desde el año 7500 A.C. hasta el año 5700 A.C. Fue la más grande y mejor preservada ciudad neolítica. Hoy está protegida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Desde este lugar, siendo ya 27 de setiembre, nos dirigimos a visitar el Mausoleo de Mustafa Kemal Ataturk, en Ankara, donde se encuentra el cuerpo del soldado líder que cambió la historia de Turquía y la hizo ingresar a la modernidad. Fue el fundador de la República Turca. Mustafa era su nombre, pero, mientras estudiaba en el Liceo Militar Turco en Tesalónica, hoy Grecia, recibió por parte de su profesor de matemáticas en reconocimiento a su brillantez, el sobrenombre Kemal, (el perfecto).

Ataturk (padre), fue su apellido a partir de la sanción de los apellidos en Turquía en 1934.

Mustafa Kemal Ataturk nació en Tesalónica en 1881, hoy Grecia, estudió en la Escuela Militar y fue Oficial del Ejército en el Imperio Otomano. Es el líder reconocido por los turcos y hay por todo el país estatuas e imágenes que lo recuerdan.

Cambió el alfabeto árabe por el latino, hecho que se firmó en el Palacio Dolmabaçe en el salón de Embajadores en 1934, separó la religión del estado, introdujo un nuevo Código Civil inspirado en el Suizo, abolió la poligamia, sustituyó el calendario árabe por el gregoriano, dio a la mujer el derecho de elegir y ser elegida, prohibió el fez, tocado masculino, y el velo que cubría el rostro en las mujeres, introdujo el domingo como día de descanso semanal, introdujo los apellidos familiares en sustitución del nombre único de tradición árabe. Estuvo casado, se divorció y adoptó cinco niñas. No era un hombre muy alto, medía alrededor 1,75 m, tenía ojos celestes y era muy atractivo. Pidió ser enterrado en Ankara, ciudad que él amaba.

 

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Mustafa Kemal Ataturk luchó para que Turquía tuviera fronteras definitivas. El Imperio Otomano entró en la Primera Guerra Mundial del lado de Alemania. La zona a su mando incluía Gallipoli. Allí, al frente de la 19a División tuvo una destacada actuación defendiendo la zona contra el desembarco aliado de tropas inglesas, francesas y de Anzac. En estas batallas su fama como brillante jefe militar lo convirtió en héroe nacional y se le otorgó el título de Paşa, (Pasha) comandante. Pero de Gallipoli hablaré más adelante. Por otra parte no nos olvidemos del Imperio Turco, y de lo que esto significó en extensión y en cultura. A esa altura del paseo ingresamos, por la entrada procesional, al mausoleo. El solado está dispuesto de tal manera que, de no mirar dónde apoyamos los pies, correríamos peligro de caída. Esta fue la forma que encontraron los arquitectos para obligar al visitante a acercarse al mausoleo con la vista baja.

El monumental y simétrico mausoleo se encuentra frente a una inmensa plaza ceremonial, plaza seca. Opuesto al cuerpo de Ataturk está el ataúd de Ismet Inönü, segundo presidente turco. El cofre con los restos de Ataturk y del segundo están enfrentados y separados por esta enorme plaza. Pese a la severidad del lugar hay detalles ornamentales y el ingreso de la luz, tamizada por la decoración de las ventanas, y la gran cantidad de columnas, dotan al espacio de una atmósfera de velada luminosidad. Nos tocó ver el cambio de guardia, cuando los soldados de mar y tierra fueron reemplazados entre órdenes y pasos marciales. Tocante. La salida se hace por otro lugar, de modo de no dar la espalda al mausoleo regresando por la entrada procesional.

 

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Al día siguiente nos dirigimos al lugar de las extrañas formaciones de Capadocia, conocidas como chimeneas, y sus casas y ciudades subterráneas.

Llegamos al atardecer y tuvimos unas horas de tranquilidad que utilizamos para recorrer la zona y beber una refrescante cerveza mirando un horizonte rosado. Además contratamos un viaje en globo.

Esa noche dormimos en el Heybe Hotel, en Göreme.

 

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A la mañana siguiente, día 28 de setiembre, muy temprano, abrimos las ventanas hacia un cielo plagado de globos aerostáticos. Fue una imagen que nos emocionó en pleno amanecer.

 

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Partimos hacia Devrent en el valle de Capadocia lugar de las extrañas formaciones rocosas ocasionadas por sucesivas erupciones volcánicas que luego la lluvia y el viento fueron moldeando, como el valle de Pasabagi, con sus típicas ‘chimeneas’.

 

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Con Ana Lía disfrutamos cada instante.

 

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María, nosotras, y el matrimonio Nilsen que completaban el grupo.

 

Visitamos también la ciudad subterránea donde vivían y sobrevivían los primeros católicos, a veces sin ver la luz del sol por varios días, cerrando los posibles accesos con enormes y pesadas piedras que hacían rodar para bloquearlos.

 

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Estábamos en Göreme, lugar donde subsisten las primeras iglesias católicas enterradas en el corazón de los valles. Aún conservan el color de sus imágenes y decoraciones que hoy son delicadamente intervenidas por expertos para recuperarlos y protegerlos.

Ese lugar, habitado por los primeros padres eremitas, debería ser lugar de peregrinación, más que de turismo. Para el católico debería ser lugar santo. Incluso pudimos ver un cenáculo esculpido en la roca, como debió ser aquel de la última cena.

 

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Finalmente llegamos hasta el castillo de Uchisar, formación rocosa que le da su nombre.

 

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Visitamos un lugar destinado a los camelleros, existentes en los países con desierto. En esas épocas los camelleros hacían transporte de sedas desde oriente hacia occidente, entre otras cosas. Estos, conocidos por mí en Marruecos, están acá ricamente adornados en su exterior. El interior se abre a un gran patio donde, en épocas de verano dormían los camelleros. A los lados están los espacios para animales y otros para los hombres si el frío era intenso durante el invierno. Por supuesto que ninguna camellera pudo haber sido tan bella como María, a la que repentinamente vimos arrancada de nuestro lado y sentada para la foto.

 

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En la ciudad de Avanos recorrimos una fábrica de cerámica, donde nos enseñaron el arte de su fabricación artesanal. En ese pueblo todos deben ser ceramistas, de lo contrario no pueden conseguir esposa. Las mujeres están abocadas al diseño maravilloso de las piezas. Los ojos se me llenaron de color.

Quien está en primer plano, a la izquierda, es Mustafa, nuestro guía, alto, rubio y de ojos celestes, como muchos turcos.

 

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A la noche asistimos, en un restaurante excavado en la roca, a una danza típica derviche, esa danza que se baila para alabar a Dios, y que sólo ellos, los derviches, pueden realizar. Más adelante visitaríamos el museo Mevlana, donde se preparan para eso en ayuno y sacrificio.

 

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El 29 de setiembre llegó, finalmente, el día de nuestro vuelo en globo. Madrugamos a las 5am, hubo nervios y alguna inquietud porque se atrasaron 10 minutos en buscarnos. Llegamos a un campo abierto lleno de globos en el suelo. Tomamos un café y nos acomodamos en grupos de 20 personas dentro de las canastillas de mimbre. En medio de todos estaba el piloto.

 

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En mi bautismo de vuelo sobre Kennya, sobrevolamos viendo correr a los animales, también muy de madrugada. Eran 2 los globos, esta vez eran 100. Hoy no levantamos mucha altura, apenas 720 metros del suelo, pero volamos entre las ‘chimeneas’, aumentando con eso la emoción. Inolvidable comienzo de jornada.

 

Si te quedaste con ganas de más, acá te dejo un enlace:

«Crónica de un viaje a Turquía – 2º Parte»

 

 

 

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