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Carta de Antonio Requeni

Buenos Aires, 6 de junio de 2007

Querida Cristina:

Quedé muy satisfecho con el reportaje. Unas cuantas personas amigas me felicitaron y destacaron la habilidad de tu conducción. Yo también quiero elogiar la naturalidad, la inteligencia de tus preguntas y comentarios. Pero no es ese, únicamente, el motivo de estas líneas. Acabo de doblar la última página de “Recuerdos, tan sólo recuerdos” y siento la necesidad de decirte que me ha impresionado mucho; es un libro hermoso y conmovedor. Además está bien escrito, lo que al menos para mí es importante. Le evocación de La Escondida, en los pagos de San Andrés de Giles, y, sobre todo, el retrato de los personajes de tu infancia, están descritos con gran frescura y humanidad, especialmente los tíos Pablo y Lita, que dejaron una huella tan emotiva en tu vida. Por ahí decís que “los recuerdos son el único paraíso del que uno no puede ser expulsado”. Y tenés razón. Cuando me preguntaste en la radio por mi afición a los viajes, te respondí que los viajes eran, tal vez, el único consuelo ante el imposible regreso al país profundo de la infancia. La infancia, ese jardín perdido, ese paraíso al que vos has vuelto en este libro pródigo en situaciones llenas de ternura, en páginas –como las últimas– cuya lectura hizo que mis ojos se humedecieran. Gracias, muchas gracias querida Cristina por haber escrito este libro tan poético, tan tierno y luminoso. Y gracias por habérmelo regalado.

Tuyo, muy afectuosamente,
Antonio Requeni

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