¨A mi hija María Cristina¨de María Juana Mori de Berçaitz

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Hijita:
Por segunda vez la vida palpitó dentro mío. Mientras te aguardábamos, en esos largos
meses, pensamos en la posibilidad de que fueras una niña y entre tu padre y yo elegimos
tu nombre: María Cristina. El más dulce nombre que pudimos hallar. Tan bonito me
pareció que me extrañó no haberlo elegido antes.
La llegada de un nuevo hijo abre muchos interrogantes. Tu padre y yo nos
preguntábamos a menudo ¿cómo serías? ¿a quién te parecerías? Marta Susana es el vivo
retrato de tu padre. Tú, en cambio, resultaste una mezcla de abuelos.
De tu abuela paterna heredaste su blancura y la transparencia de su cutis. De tu abuelo
materno el color de tus ojos y el rubio de tus cabellos. Eres muy rubia, menudita, de
ojos zarcos. Tus ojos hermosos, de un extraño color celeste encierran negras pupilas. Es
como si todo tu ser se hubiera concentrado en ellos. A pesar de la suavidad que les
confiere el color, serán dominantes.
Que esa fuerza te lleve en la vida a realizar todas tus aspiraciones. Pero no olvides
nunca que no podemos vivir sin que nos amen.
Es la vida un eterno reclamo de ternura. Sé buena. Sólo es mala la que se empeña en
serlo. Busca en tu hermana, más que una hermana, una compañera y amiga. Que haya
entre vosotras una mutua comprensión y mucha tolerancia para juzgar vuestros
pequeños y vuestros grandes defectos.
Por nuestra parte, como conscientemente tu padre y yo os hemos traído al mundo a ti y
a Marta Susana, daremos lo mejor de nuestras vidas para embellecer las vuestras.
Rogamos por que nuestras manos sean leves es la enmienda y suaves, más que suaves,
en la caricia. Que sólo tengáis para recordar de vuestra niñez, cosas gratísimas.
Aspiramos, a manera de retribución, que haya en vuestros corazones un caudal de
ternura para derramar en el muestro.
Mamá. En “La Escondida”, 24-II-1946
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A MI HIJA MARIA CRISTINA
Después tu viniste
María Cristina
y Marta Susana
besó a su hermanita.
Con ojos celeste,
piel alabastrina,
igual que el abuelo
papá de mamita
y la abuela Justa
que era rubia y linda.
Llegaste, y de nuevo
nos llenó la alegría,
pidiendo a los dioses
que igual que bonita
fueras siempre buena
Como es tu hermanita.
Tu papito 15-X-1945