El cuento, siempre el cuento

Si nos remontamos más allá de las fronteras de nuestra imaginación hasta el principio de la historia de la humanidad, para internarnos en esas cavernas oscuras en las que, mediante una pequeña luz, podemos ver las paredes de piedra caliza y leer los trazos plásticos, plasmados en ocres y rojos en los que descubrimos animales y hombres enmascarados enfrentándolos con sus lanzas de punta de piedra, veremos escrita la primera narración hecha en el planeta, aún antes de que las palabras se articularan con mediana claridad: el más antiguo y maravilloso cuento que ha escrito el hombre.

 

Pero algo diferencia al hombre de otros animales, más allá que el fuego, el arte y los ritos mágicos plasmados en el interior de las cuevas: el hombre entierra sus muertos.

 

Esto nos da la pauta de la conciencia de MORTALIDAD, pues ve que todo lo que le rodea existía antes que él, y que todo seguirá existiendo una vez que él desaparezca, por lo que la necesidad de TRASCENDENCIA es su primer gran impulso.

 

Es por eso que los temas fundamentales de la mitología han sido universales y están en estrecha relación con la organización de la vida y se han transformado en eje central de los ritos y por lo tanto de las religiones, ya que todo relato surge del contexto histórico personal.

 

El hombre, en los principios, se desplaza apareándose, cazando y recolectando frutos silvestres, por lo que todos son esenciales para la supervivencia. De ahí su mutuo respeto.

 

Entre los cazadores surge, más adelante, una figura que se ha mantenido a través de siglos y que encontramos en el cuento mágico de hadas: el Tramposo, maestro en las artimañas de la caza, y que conocía todas las argucias para sobrevivir.

Como contrapartida femenina están las Hermanas Sagradas que transmitían el arte de tejer y los secretos de las plantas.

 

La humanidad crecía viviendo en el Edén que luego encontramos en las religiones Cristiana y Budista, pero, en tanto en una somos castigados con el destierro del Paraíso por nuestra desobediencia, en la otra somos invitados a internarnos en él.

 

Estas religiones usan la misma simbología: la serpiente, el árbol, el Jardín de la Inmortalidad, que también aparecen en los primeros textos cuneiformes, representados en antiguos sellos cilíndricos sumerios, e incluso en las artes y los ritos de los pueblos primitivos de todo el planeta.

 

El primer pensamiento mitológico concreto de la trascendencia del hombre lo descubrimos en el hombre de Neanderthal, entre los años 250.000 y 50.000 a. de C. En él aparecen enterramientos con víveres y herramientas que lo preparan para un viaje posterior que sugiere la posibilidad de una vida más allá de la muerte. A pesar de esto, por mucho tiempo el hombre no se atrevía a asegurar que existiera una vida posterior a la muerte para él, pero sí para sus dioses o divinidades.

Entre las numerosas leyendas de las que tenemos conocimiento sobre este tema, está la del oso entre una antigua raza caucásica, los ainu de Japón.

En ella, el oso, alimento de la población, en realidad tiene su hogar en otro mundo habitado por seres divinos que visitan éste tomando su forma, y que una vez que adquieren su apariencia animal, no pueden deshacerse de ella; por este motivo no pueden regresar a menos que se los mate y se los coma deseándoseles entonces, en una gran ceremonia, un feliz regreso.

Por lo tanto, la muerte no es muerte como tal y el matar es en realidad para el oso, una muestra de caridad por parte del hombre. De esta noble manera no existe culpa por la muerte producida y se hace en cambio, un gran bien.

Por otra parte es común encontrar en las religiones, incluso hasta el día de hoy, que las narraciones son tomadas al pie de la letra, como si se tratara de hechos históricos y no de relatos simbólicos que nos enseñan rasgos permanentes en nuestra imaginación, haciendo perdurar principios esenciales de mejor convivencia, llevándonos directamente al interior de nuestra alma e indicándonos la diferencia entre el bien y el mal.

 

La lectura de las formas simbólicas, ha sido desde siempre, el soporte de las civilizaciones, de su orden moral, de su cohesión, de su poder creativo.

Sin ellas el hombre se sentía a merced de los elementos y sin defensa alguna ante su propia interioridad.

 

Según Sigmud Freud, los mitos son sueños sicológicos que deben ser sustituidos por la ciencia.

Según Carl Jung, los mitos son los medios que nos devuelven el contacto con las fuerzas interiores.

 

Lo cierto es que todas las civilizaciones nos han legado una invalorable cantidad de relatos que han servido al ser humano desde su incipiente desarrollo.

 

Si nos acercamos al hoy, alrededor del año 600 a. de C. encontramos a un esclavo, Esopo, quien por medio de la palabra pudo volar en libertad y dejarnos enseñanzas aún vigentes en sus fábulas en las que los animales personifican prototipos humanos que enfrentan situaciones con las cuales tropezamos en el diario vivir: “Deja las uvas que están verdes”.

 

Más cerca aún, en la religión Católica, Cristo, a través de parábolas, con palabras simples y pensamientos complejos, instruye a su pueblo sobre principios elementales a los que debemos obedecer, siempre tendientes al bien común.

Por ejemplo en la Parábola de los talentos, nos incita a hacer fructificar los dones que hemos recibido por muy insignificantes que éstos nos parezcan.

Nos exhorta a la paz y a la igualdad en la Epístola a los Gálatas “Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá. 3:28)

 

Desde nuestro concepto cientificista actual no podemos aceptar estas narraciones a pie juntillas, sin embargo han sido verdad para el hombre a lo largo de la historia y han sido adultos quienes las han narrado a otros adultos.

 

Para comprender esto último, debemos pensar que al niño se lo trata con seriedad, con reserva, nunca con familiaridad y, en las sociedades primitivas se lo incorpora al trabajo desde muy pequeño como ayuda en las tareas agrícolas.

La noción de infancia que caracteriza nuestro sentimiento actual, la encontramos recién en Rouseau.

El desarrollo del niño depende de lo que se considera ‘la razón’, por consiguiente se espera de él que sea ‘razonable’, se le exige seriedad desde muy temprano, además de gran control de sí mismo.

Por lo tanto no es un interlocutor válido para las historias, ni siquiera en las clases más acomodadas en las que este pensamiento de infancia va afianzándose poco a poco.

Esto es también cierto en lo referente al cuento mágico, al cuento de hadas, tan rico en simbolismos.

Como sabemos, la mitología, las religiones, los cuentos populares, etc., han sido trasmitidos oralmente y contienen toda la sabiduría acumulada a través de las generaciones.

 

Fueron los hermanos Grimm, Guillermo Carlos y Luis Jacobo quienes, a fines del siglo XVIII, principios del siglo XIX, recopilan los cuentos mágicos: Cuentos de niños y del hogar, tomados de la tradición oral y los transcriben fielmente.

Gracias a estos filósofos, a la labor por ellos realizada, es que hoy podemos disfrutar estas maravillosas piezas en las que encontramos una serie infinita de enseñanzas que, como sabemos, no estaban dirigidas al niño.

A poco de analizar estos cuentos notamos que todos responden a una misma estructura morfológica repitiendo sus partes constitutivas.

 

Según Vladimir Propp:

Las primeras siete partes son preparatorias, a saber, alejamiento, prohibición, transgresión de la prohibición, interrogatorio, información, engaño al héroe, complicidad.

A partir de este momento el cuento toma su propio ritmo y aparecen otras doce partes en las que el héroe debe sufrir la maldad, revertirla, buscar ayuda, pasar sucesivas pruebas, desplazarse, combatir, recibir marcas, salir victorioso y finalmente, se repara el daño inicial.

Este es el momento culminante, pero no es el final.

Luego de esto el héroe regresa al hogar y es perseguido nuevamente, por lo que es socorrido y debe enfrentar a un falso héroe, resolver una tarea difícil de la que sale airoso y ser reconocido como ganador mientras el falso es desenmascarado y el héroe surge bajo una nueva apariencia, más poderoso, más hermoso y es beneficiado por boda o trono o por ambas cosas mientras el otro, el falso, es castigado sin piedad.

 

Más allá del goce estético que nos depara la lectura de un cuento mágico, está el contenido arraigado profundamente en nuestro interior, y es por eso que subyace en nosotros su esencia misma.

Es interesante buscar en las recónditas capas anímicas la repercusión de los sucesos que ellos nos ofrecen, y es llegando a estas capas que encontramos la enseñanza, el ejemplo, lo esencial que el cuento quiere demostrar.

 

Podemos diferenciar, además de aquellos relatos en los que niños o animales son protagonistas, dos grandes grupos:

Uno son los dirigidos a las mujeres, por ejemplo: Blancanieves, Cenicienta, La Bella Durmiente entre tantos otros, en los cuales se nos da pautas a seguir, y nos ayudan en nuestras dudas íntimas y en nuestros sufrimientos, aunque prima facie parezca un absurdo.

 

Por ejemplo, Blancanieves llega casi a sucumbir cuando cede por dos veces a las tentaciones que le tiende su madrastra con la promesa de hacerla más hermosa, mientras que la reina es destruida por su propio narcicismo. Esta enseñanza la llevamos siempre incorporada.

 

El tema de la socialización femenina, la rivalidad fraterna, la obediencia, el trabajo, lo encontramos en Cenicienta, además de otras enseñanzas morales, como por ejemplo que las apariencias no nos muestran en absoluto el valor interno de una persona.

 

Finalmente La Bella Durmiente es símbolo de la pasividad y el despertar a una vida nueva amparada en la vulnerabilidad romántica femenina, dejando el hacer como prerrogativa masculina.

 

El otro grupo son los protagonizados por hombres, por ejemplo: ‘El pañuelo del Sultán’, relato marroquí, ‘El pequeño campesino’, relato alemán, ‘Ve no sé dónde’, relato ruso.

 

En ‘El pañuelo del Sultán’, deliciosa narración en la cual un Sultán, enamorado de una hermosa joven, por exigencia de ésta para desposarse, debe aprender un oficio eligiendo el de tejedor y es, justamente a través de éste oficio y de la sabiduría de la mujer, que el Sultán logra salvar su vida. Este cuento ilustra cómo el hombre se aproxima a lo femenino para llegar a su propia masculinidad. Así el hombre puede apartarse del estoicismo heroico de la juventud y aprender a honrar lo femenino.

 

‘El pequeño campesino’, recopilado por los hermanos Grimm, es la historia de un hombre humilde que, mediante argucias, logra sobrevivir y hacerse rico, aún a costa de la vida de sus vecinos. El campesino alegremente roba y mata, emergiendo su lado oscuro de la misma manera que surge su lado luminoso. Sin embargo nadie podría culparlo por lo que hace, y en cierta forma es realmente inocente. Acá vemos aparecer, en la piel del campesino, aquella figura arquetípica de la mitología: El Tramposo, que es siempre una figura masculina, como el Coyote americano, el Cuervo Siberiano, el Hermes griego, entre otros. Estos son individuos maduros y simbolizan la psicología del hombre que se hace más tolerante, más hábil, menos impulsivo y que muchas veces adopta la astucia femenina para sobrevivir, no perdiendo por eso su masculinidad.

Finalmente ‘Ve no sé dónde’ es un encantador relato en el cual la figura del Tramposo aparece a través de la vocación o llamado sagrado en la mitad de la vida.

Fedot, protagonista de esta historia, encuentra en el bosque una paloma, notando ésta su intención de matarla, le ruega no hacerlo. Sorprendido porque el pájaro habla, accede, entonces la paloma se transforma en una hermosa mujer y se le ofrece como esposa.

Una vez casado con ella, lo salva en varias ocasiones, mediante magia, de situaciones peligrosas.

Este cuento es largo, complejo y está cargado de simbolismo, como la mayoría de los relatos de la tradición rusa. El título del cuento surge de la orden del rey que, enamorado de la esposa de Fedot, decide sacarlo a éste de en medio para poder desposarla: ‘Ve no sé dónde y trae no sé qué’.

En este cuento lo femenino y lo masculino aparecen claramente, atravesando las culturas y la historia. El encuentro con lo femenino profundo sensibiliza a Fedot y lo ayuda a ingresar en su propia masculinidad.

Por lo tanto, a lo largo de la historia podemos observar cómo, adaptándolos al momento y al espacio geográfico en el que surgen, los cuentos son enriquecidos con un lenguaje florido que va repitiéndose en una serie de relatos complejos de gran belleza.

Esto es quizás, en una primera lectura, lo que más los diferencia de los cuentos actuales. Si los analizamos en profundidad, el mensaje que encierran está muy lejos de ser el mensaje simple de las narraciones de hoy dirigidas a la infancia.

No olvidemos que es a partir de la mitad del siglo XX, cuando comienza a surgir una literatura netamente infantil, el cuento escrito para el niño en el que, usando un contexto para él conocido, se lo va introduciendo, poco a poco, en las acciones elementales de su entorno.

Por fortuna aquellos hermosos relatos que llevaran de la mano al individuo en el inicio de la historia, nos acompañan aún hoy con acabada fidelidad, y nos permiten seguir disfrutándolos como lo hicieran nuestros ancestros. Así también nos acercan a la insospechada realidad de los primeros tiempos del planeta, en la infancia de nuestra humanidad.

 

OBRAS CONSULTADAS

JOSEPH CAMBELL: Los Mitos, su impacto en el mundo actual.
Editorial Kairós S.A.- 1997, Barcelona, España.

VLADIMIR PROPP: Morfología del cuento.
Editorial Akal S.A. – 1988. Madrid, España.

CARL G. JUNG: El hombre y sus símbolos.
Luis de Caralt, Editor, S.A. – 1992, Barcelona, España.

ALLAN B. CHIEN: Más allá del héroe.
Editorial Kairós S.A.- 1997, Barcelona, España.

RUDOLF STEINER y otros: La sabiduría de los cuentos de hadas.
Editorial Rudolf Steiner – 1987, Madrid, España.

MADONA KOLBENSCHLAG: Adiós, bella durmiente.
Editorial Kairós S.A.- 1993, Barcelona, España.

PHILIPPE ARIES: El niño y la vida familiar en el antiguo régimen.
Taurus Ediciones – 1987, Madrid, España.

Convención sobre los DERECHOS DEL NIÑO. Artículo 75 de la Constitución de la Nación Argentina.
Grupo Nacional para la defensa de los derechos de la infancia y adolescencia.

3 comentarios en «El cuento, siempre el cuento»

    • el 26 julio, 2017 a las 18:29
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      Gracias, Emilce. Soy una enamorada del género. Me gusta leerlo y gozo escribiéndolo. Abrazo.

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  • el 24 julio, 2017 a las 12:31
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    Muy bueno; interesante relato del origen del cuento y su desarrollo y significado a través de los tiempos. Felicitaciones. Gracias. Martha Grondona

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