Presentación HAIKUS PAMPEANOS, de María Lydia Torti, por María Cristina Berçaitz

PRESENTACIÓN DE HAIKUS PAMPEANOS, Buenos Aires, 2010, Editorial Algazul

Como siempre decimos, y no es una frase hecha sino una bella realidad, cada presentación de un libro es una fiesta. Y hoy tenemos la fiesta de los Haikus pampeanos, de María Lydia Torti, bellamente ilustrado por Osvaldo Aníbal Disanto.

María Lydia Torti es una hacedora de cultura. Cafés literarios, cursos y actividades como secretaria de cultura en Cañuelas y su labor docente; tantas y tantas cosas ha llevado a cabo María Lydia!

Pero hablemos de su libro: Haikus pampeanos

Para entrar en tema los llevaré por una tangente, la pintura. Y será la pintura a la acuarela que empezó con la invención del papel en China, poco después del año 100 a. C. Un invento que acercó el mundo entre sí, y hasta nuestros días.

Todos sabemos que la bella técnica «transparente» de la acuarela implica la superposición de lavados finos y se basa en la blancura del papel para obtener sus efectos y toques de luz. A medida que se superponen más lavados, una vez secos los anteriores, el color se hace más profundo. El color de la acuarela se puede modificar añadiendo o quitando agua, usando pinceles, esponjas o trapos.

¿Y porqué traigo la acuarela a colación? Por la delicadeza de su ejecución y por los temas que en un principio se toman.

Cuando la escritura china llegó a Japón, aproximadamente en el siglo VIII de nuestra era, en pleno esplendor de la dinastía Tang, ya tenía más de 20 siglos de historia.  En ese momento Japón salió de la prehistoria y comenzó la producción de su rica literatura. La poesía china clásica tuvo una gran influencia en la literatura japonesa y el estilo de los poetas chinos fue muy imitado. Los orígenes directos del haiku están en el haikai. El haikai es una forma poética marcada, ya que generalmente su contenido se basa en lo cómico y lo divertido

El haiku consiste en un poema breve de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Es una de las formas de poesía tradicional japonesa más extendidas y su temática está relacionada con la naturaleza.

Es así como la acuarela, fina, delicada y relacionada con la naturaleza.

Sabemos que luego la acuarela se extendió a otros motivos. Pero qué bien se corresponde con el haiku en los comienzos.

Tradicionalmente el haiku, así como otras composiciones poéticas, buscaba describir los fenómenos naturales, el cambio de las estaciones, o la vida cotidiana de la gente. Muy influido por la filosofía y la estética del zen, su estilo se caracteriza por la naturalidad, la sencillez, la sutileza, la austeridad, la aparente asimetría que sugiere la libertad y con ésta la eternidad.

Pero no debemos, sería imperdonable, olvidar que María Lydia Torti no sólo había incursionado en el Haiku hace más de 30 años, sino que lo había enseñado a sus alumnos y algunos de ellos los vieron publicados en un libro editado, hace muchos años, por la Fundación Proa.

Y ahora pasemos a otro tema, al que nos ocupa hoy ¿Son admisibles haikus no escritos en japonés, no ajustados al entramado de ideogramas y fonemas complementarios correspondientes a la grafía de ese idioma, cuando, obviamente se trata, en su origen, de una forma en cuya plenitud intervienen tanto los componentes líricos como los visuales? Porque, en lo formal, el haiku es tanto un concepto comprimido y sugerente como una demostración de armonía plástica, o caligráfica, si se prefiere.

¿Cabe legítimamente hacerlos desde una perspectiva no especialmente formada por la religiosidad budista, por el aura de los senderos que frecuentó Matsuo Basho en su peregrinar en pos de la sabiduría zen, cada tanto destellante -según sus seguidores- en una iluminación reveladora, paradigma de cristalización en el tiempo, de pasiva contemplación de la esencia? Recordemos que Matsuo Basho fue reconocido por sus trabajos en el Haikai no renga y está considerado como uno de los cuatro grandes maestros del haiku. Su poesía consiguió renombre internacional, y en Japón muchos de sus poemas se reproducen en monumentos y lugares tradicionales.

¿Habrá que empaparse en la religiosidad budista? ¿Habrá que peregrinar en pos de la sabiduría zen, iluminación reveladora, paradigma de cristalización en el tiempo, de pasiva contemplación de la esencia para escribir un haiku?

Hay quienes piensan que es dable salvar esa doble valla de la escritura y de las contrapuestas asociaciones culturales que, en este caso, dan en Oriente validez universal en lo poético al quietismo, y que entre nosotros exaltan el movimiento; que predican allá la belleza de lo abstraído y acá la anhelada perfección de lo inmerso en órdenes superiores, y  -sirviéndose de ambos aportes- constituir una amalgama de valores superpuestos y potenciados, tomando de un lado el instante y del otro el devenir, de una fuente trayendo agua de despojamiento y de otra agua de ansiedad.

Y me atrevo a afirmar que María Lydia Torti es una de ellas: con delectación pudo y quiso volcar en nuestro molde esa sugerencia venida del Japón y convertir el misticismo ateo y animista de los grandes maestros haijin en semblanzas que reflejasen nuestros paisajes y nuestra espiri-tualidad. Lo ha hecho con toda la introspección y toda la asunción impersonal de la naturaleza que les es posible a nuestros caracteres inevitablemente apasionados y románticos.

Y leo algo que, a todos los que conocemos el campo, nos llega de cerca:

Dobla los pastos

la tenaz sudestada.

Se inunda el alma

María Lydia Torti es, además, una magnífica poeta y con esa disposición no sólo hace haikus sino que encierra en ellos, a la vez, invalorables sustancias líricas: no es sólo el empeño del 5/7/5, sino también poemas genuinos, aliados en este caso a lo sentencioso, a lo reflexivo y a lo definitivo, por así decir, al margen de que, por ahí, persista el trasfondo occidental en querer manifestarse mediante algún suspiro ahogado, o alguna melancolía pendiente.

Y leo estos versos que denotan su tenacidad inclaudicable:

No me doblaré,

mientras lleguen los mirlos

con su flauteo.

No nos inquiete hallar en este alarde de orientalismo criollo a los campos cañuelenses, con tranqueras, teros y reñideros, con ranchos y perros flacos,

Los perros ladran.

La tranquera se abrió.

Suenan las palmas.

con pingos y “charcas color obispo”, porque ésa es la vida exterior de la que justamente se alimenta el haiku, en su más acendrada vertiente zen, ahincada en la docencia de un perpetuo aprendizaje de lo cotidiano y usual.

No olvidemos que los japoneses suelen recibir sin aprecio nuestros intentos por pretender asumir su filosofía. Reniegan y dicen algo así como: ¿Ustedes quieren hacer haikus? Pues, háganlos. Pero hagan haikus de ustedes en los que aparezcan sus vivencias, sus reflexiones, sus pensamientos…”

Es lo que ha hecho María Lydia ayer, hoy y siempre.

3 comentarios en «Presentación HAIKUS PAMPEANOS, de María Lydia Torti, por María Cristina Berçaitz»

  • el 15 abril, 2011 a las 20:14
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    isabel rubio gil,agradece el envio de esta muestra de arte literario.
    Maria Lydia,es reconfortante ,el encontrar en el buzon tan interesante libro,recorriendo sus paginas,y queriendo encontrar uno
    para leer en radio,comence a poner señaladores y no me alcanzaron.
    Uno,dos y mas y mas ,Como con tan escasas letras ,se puede significar ¡TANTO!!!. Maria lidia recuerdo sus visitas a Monte Grande,en tiempos de la ¡GRANDE!! Isolina Siciliano,reciprocamente ,soliamos llegarnos a Cañuelas «Ciudad de las oportunidades».Por fabor el E.Mail,asi me comunico. historiaytradicion@yahoo.com.ar.salud!! isabel.

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  • el 1 mayo, 2012 a las 2:47
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    Que impresionante la presentacion que ha hecho de este libro, Maria Cristina Bercaitz. Es toda una obra de arte que seguramente es el marco perfecto para el libro de la poeta Maria Lydia Torti al cual, aca en Chile, lamentablemente todavia no tenemos acceso.
    Pero ya con la presentacion profunda y erudita de la editora, me siento satisfecho de saber la esencia de este libro que algun dia podremos disfrutar.

    Respuesta

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