Cuento Cuentos

Cuento Cuentos de María Cristina Berçaitz nos lleva de la mano con fluidez a través de una narración altamente descriptiva. Nos adentramos en las historias como si fueran pinceladas cinematográficas. Los personajes bien perfilados entrañan una expresión narrativa minuciosa en la que la autora con destreza, logra la carnadura de los mismos seduciéndonos para continuar leyendo.

Los lugares, las situaciones, las imágenes son el conjuro de un realismo que nos acerca a la vida cotidiana, aunque algunos pertenezcan al mundo de lo fantástico, como “Semillitas” o “Nada”, entre otros; la verosimilitud se torna palpable en todo momento. La virtud que esta escritora multifacética ha demostrado en todos los géneros literarios alcanza acá su máxima expresión.
En cuentos tan entrañables como “A vos”, poético y emotivo, los temas de acuciante angustia son abordados con profundidad. En «Jerry», el ser interior es puesto de manifiesto, simultáneamente, con una extraña crudeza y suavidad; en “Un barril lleno de whisky” leemos: “hasta las esperanzas y los sueños tienen peso y se hundieron sin remedio”; en “El pibe”, la realidad social y la ternura del personaje nos dan la pauta de la pequeñez de las grandes cosas… y así podría citar cada cuento con sus cualidades y hallazgos, como en “Érase una vez” y “Filosofando”, entre otros, o del uso del poder en “La telaraña”.
En algunos, los finales inesperados nos dejan un dulzor cuasi amargo. También afloran las historias de amor y la descripción de escenas que dan cuenta de la gran imaginación de la autora. Algunos toman un cariz policial, como “Serafin”. El juego escritural del doble está presente en su narrativa que con maestría utiliza dentro de los recursos hermenéuticos.

En síntesis, María Cristina Berçaitz con magistral creatividad nos muestra en el cuento “Arco iris de colores” las sensaciones del protagonista ante los diferentes tintes y, como en un caleidoscopio, nos lleva por los caminos del placer surgidos de una narrativa reflexiva, certera, madura, que cala hondo, que no es dubitativa y acierta en la mente del lector. Muestra la multiplicidad de sentidos, es directa y necesaria en estos tiempos en que tanta falta hace la buena lectura. Celebro este libro con todo el goce que él me produce.

Graciela Licciardi

 

2 comentarios en «Cuento Cuentos»

  • el 15 noviembre, 2018 a las 19:21
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    Prolífica y multifacética, María Cristina Berçaitz ha incursionado en todos los géneros con incuestionable solvencia e impronta personal. Poesía, cuento, novela y teatro, así como literatura infantil, son testimonios de su talento y versatilidad. En el caso del libro que estamos presentando, la autora nos muestra los múltiples rasgos de una fértil imaginación y, también, en algunos momentos, su ironía y sentido del humor. Con un ritmo estimulante y ameno va relatando episodios que se ambientan en espacios cotidianos, o abordan el ámbito de lo fantástico, siempre con un desenlace sorpresivo, inesperado.
    En las primeras páginas María Cristina advierte que sus cuentos “son tan dispares entre sí como los vidrios de un caleidoscopio”. Dispares, efectivamente, en su formato y contenido. Cuentos de una carilla alternan con otros más extensos. Su originalidad, por otra parte, se presenta ya desde la primera pieza narrativa “Arco Iris de colores” y la que le sigue, “A vos”, una página entre melancólica, dramática, y poética.
    Sería difícil seguir enumerando títulos y comentar cada uno de los cuentos. No obstante, quiero hacer hincapié en algunos que me impactaron desde un punto de vista a la vez intelectual y emotivo como “Un barril lleno de whisky” y el que le sigue, “El pibe”, impregnado de una ternura dolorosa, sentimiento que no excluye la velada crítica social. Y así hasta llegar a los cuentos finales, pasando por algunos antológicos como “El Manchado”, vigoroso relato protagonizado por un caballo; “Hermana, querida hermana”, una relación incestuosa entre dramática e irónica; la sensualidad de “Bajo la luz de la luna”, con un desenlace absolutamente imprevisto; el erotismo matizado de gracia de “La asistente del doctor”; el sesgo kafkiano de “La oscuridad”; el notable desarrollo de “Los mellizos” y una narración, “El restaurador”, que es, en esencia, una metáfora del artista que se entrega plenamente a su obra, confundiendo con ella su propia vida, al punto de que él es su obra, de que sus sueños y su sangre se funden en ella.
    Y he dejado para el final un cuento verdaderamente admirable, un relato que, al menos para mí, cabría reconocer como magistral. Hablo de la historia patética, más aún: horripilante, de “Serafín”, donde el efecto del crescendo narrativo va apoderándose del lector hasta ser casi intolerable. No intolerable la lectura, aclaro, sino lo que la autora narra, lo horrible de la trama, lo que ocurre dentro del cuento.
    Necesario es reiterar lo que constituye el denominador común de todas estas piezas; sus finales sobrecogedores, la sorpresa que genera en el lector esa habilidad de la autora que es, junto con su imaginación, uno de sus insoslayables méritos literarios.
    “El estilo es el hombre”, escribió Buffon. Claro, en aquella época las mujeres no escribían o lo hacían con seudónimos masculinos; porque el estilo es también mujer. Y el de María Cristina Berçaitz, sin desmedro del que caracterizó poesías, novelas o piezas de teatro, es en el género cuentístico un estilo destacable por su originalidad. María Cristina es una escritora que hace gala en cada uno de sus cuentos de una presencia infrecuente, de una invención a la que no es ajena su capacidad de observación y penetración psicológica.
    A lo largo de esta presentación he querido, más que comentar, describir con rápidos trazos algunos de los cuentos, tratando de no abundar en pormenores que podrían desvanecer la intriga y curiosidad de los lectores.
    Mi propósito ha sido, por el contrario, incitar ese interés, pero lo que no podía dejar de encarecer es el alto nivel de calidad y eficacia que definen a maría Cristina Berçaitz como una de nuestras mejores cuentistas.
    Finalmente deseo celebrar otro mérito que considero muy importante y sin el cual el poder de invención literaria de la querida María Cristina, así como sus dotes sensibles y su capacidad creativa, podrían parecer un don fortuito, aunque afortunado. Me refiero a su honestidad intelectual, que he apreciado desde que la conocí y leí sus primeros textos. Honradez literaria y humana que, junto con su disposición permanentemente afectuosa y generosa, hace de ella no sólo una autora admirable sino también querible.
    No sé si cuadra esta reflexión en el acto de presentar un libro. Permítanme pensar que sí, porque el valor de una obra literaria tiene para mí mucho que ver con los valores humanos de quien la escribe. Así ocurre, felizmente, con María Cristina Berçaitz, cuyo libro Cuento cuentos, aconsejo vivamente leer a todos y a cada uno de ustedes.

    Antonio Requeni

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  • el 22 diciembre, 2022 a las 1:12
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    Aun a riesgo de ofrecer un corsé demasiado estrecho, o de ser rígido en la apreciación de una narrativa que supera los límites de esa realidad, que circula por los entornos de lo fantástico, se podría decir que las palabras de María Cristina Berçaitz forman un entramado sólido, en el que los vocablos son solo la punta de un iceberg de dimensiones descomunales, porque lo que hay escondido en el fondo de esas aguas heladas son los sentimientos más puros, enraizados con una sensibilidad que la propia autora derrocha a caudales, los instala en sus personajes y forma con ellos una analogía metafórica de colores y formas, que permite comprender el funcionamiento de su percepción visual, o de su imaginación humana.
    Tras haber concluido la lectura del libro Cuento Cuentos de María Cristina Berçaitz, voy a tener la osadía de introducirme levemente en una prosa que acabo de descubrir, y que me transporta a paraísos lejanos, paraísos que podrían ser como el descubrimiento del Génesis en mi infancia lejana, Las mil y una noches, en una adolescencia efervescente, en la que el Kama-sutra y el Ramayana querían ilustrar lo desconocido y lo prohibido; la prosa poética de los cuentos de Juan Rulfo, o la magia profunda de Gabriel García Márquez, en una juventud que deseaba empezar a definir los conceptos más arraigados en mi interior.
    ​La narrativa de Mª Cristina Berçaitz no es una narrativa al uso, no es una narrativa banal, hay mucha poesía envuelta en las palabras más sencillas; hay mucha materia humana; hay mucha profundidad, mucha hondura; hay mucha escuela, mucha dicción; hay muchas metáforas que nos adentran en esas descripciones que van más allá de lo puramente aparente, que nos embriagan, y que nos definen conceptos que la imaginación no es capaz de descubrir, salvo que fluya de la fantasía más elíptica, esa que forma una espiral que se concentra en el punto central: Ese punto donde nos quiere llevar la palabra menos austera y más florida de Mª Cristina.
    ​Solo a título de ejemplo, podemos hablar de la exquisitez con que se trata la problemática de un caballo noble y trabajador, El manchado, metáfora viviente de lo mal que a menudo trata la vida a los más honrados. Bajo la luz de la luna y La leyenda de la princesa de Lamu exploran la nostalgia de esas epopeyas de culturas enigmáticas y lejanas, que nos atraen por ser tan dispares a nuestra propia cultura, y atraviesan y recorren nuestra imaginación más poderosa desde la incógnita del misterio, que viaja más allá de esos paisajes exóticos e insólitos, y se introduce, serpenteando, en meandros azules y arroyos helados.
    ​¿Dónde está la timidez de Yamila, la asistente del doctor? Aquí Mª Cristina describe todas las circunstancias que llevan a una joven estudiante de sexología, que va a empezar a trabajar con un eminente profesor, a salirse por la tangente, recobrando unas pautas, que lejos de parecer sombrías, son cautivadoras.
    ​Sin embargo, en Quizás en otra vida, nos muestra las amarguras de Lisa y Fabián, que hacen que tomen caminos opuestos, cuando todo finalmente les conduce al mismo lugar, extraño y macabro.
    ​No puedo despedir estas palabras sin mostrar una enorme gratitud hacia este descubrimiento. Quizá ensambladas a través de un inmenso océano que nos separa, las imaginaciones y las sensibilidades se encuentran fusionadas, porque no hay nada más grato que el comprender las palabras de otra persona, y adivinar lo que se esconde detrás de ellas: Una pasión y una ternura que no ofrecen ninguna duda, y una humanidad que va más allá de lo establecido como común.

    José Manuel Pedrós

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