Soledad

 

del libro «3×6+3»

 

Estar–comedor y cocina integrada. Decoración discreta y de buen gusto característico de la clase media argentina. Hacia la derecha y atrás del escenario el sector de la cocina con heladera, alacena colgante, bajo mesada que es a la vez barra que sirve de apoyo y bar. Siempre a la derecha pero hacia el público, una puerta que comunica con el dormitorio que nunca se muestra. Desde ahí se oye el sonido de un televisor y una luz tenue se filtra por la puerta abierta. Los muebles del estar: dos pequeñas butacas, una mesa ratona frente a un sofá de dos cuerpos, una mesa con un teléfono inalámbrico, una caja costurero y una lámpara a un lado del sofá. Un mini componente con algunos CD, una alfombra y algunos adornos. A la izquierda de la escena la puerta de calle, próxima a ella una percha para abrigos con un espejo, completa la decoración.

 

Primer acto

Por la izquierda entra Soledad, 40 años, gordita, bien vestida. Lleva un portafolio en la mano derecha que deja, junto con su abrigo, en la percha. Se mira en el espejo y se arregla el cabello con coquetería.

 

Soledad: ¡Hola, mi amor, ya llegué! ¡Qué frío está haciendo! Otra vez la ola polar que nos ataca. Es una tarde horrible. ¿Querés que te sirva algo? ¿Un té? ¿Querés un whisky? (Escucha) Yo voy a servirme uno.

 

Se dirige a la heladera, saca hielo, lo pone en un vaso que toma de la alacena junto con una botella y se sirve.

 

Soledad: ¿Cómo fue tu día? El mío fue re–que–te–bue–no. ¿Te acordás de la cuenta de las SRL que andaba persiguiendo? Bueno, ya la tengo. Eso nos va a dar un ingreso de platita extra. No mucha, pero por lo menos para hacernos un viajecito a pagar en cuotas, claro, pero viajecito al fin. ¿Te gusta la idea? (Escucha) Me gustaría ir a Grecia… (Escucha)

¿Por qué Europa? Todo el mundo quiere ir a Europa, yo quiero ir a Grecia …(Escucha)

 

Se separa del sector de bar, toma un trago y aprueba con el gesto.

 

Soledad: Está bien, podemos pensarlo, si vos querés podemos meternos en esas excursiones que hacen Europa y Grecia… como quieras… no vamos a pelear por eso ( Ríe) Vos y yo no nos peleamos nunca, y mucho menos por una cosa tan linda como un viaje (Escucha) (Coqueta) Sí, ya sé que soy un amor… (Pausa) (Con dulzura) Vos también sos un amor.

 

Toma otro vaso, pone hielo y sirve otro whisky.

 

Soledad: Te sirvo un whisky, así no tomo sola (Bebe un sorbo y vuelve a aprobar con el gesto) Buen whisky…. (Sonriendo) Te cuento la última novedad: Sofía consiguió una beca y se va a estudiar un posgrado a Miami… (Escucha) Bueno, todos sabemos que la Universidad de Miami es la menos importante de Estados Unidos, pero de todos modos me parece fantástico que se pueda ir. Vivir un tiempo en otro país debe ser maravilloso.

 

Escucha mientras camina por el estar. Toma una bandeja que encuentra tras la barra de la cocina.

 

Soledad: ¿Qué decís? No seas malo, ojalá consiga un novio allá, no debe ser lindo estar sola. La vida es más hermosa viviendo de a dos. Estar en soledad debe ser muy duro.

 

Coloca los vasos, un plato galletitas y otro con maní en la bandeja y se dirige al dormitorio mientras escucha atentamente y mueve la cabeza a uno y otro lado.

 

Soledad: (Mimosa) Ya va, ya va, al principio no querías tomar nada y ahora te impacientás. (Sonríe) ¿Dónde vas a encontrar otra que te cuide y te mime como yo? (Con picardía) pero mirá que esto no te va a resultar gratis.

 

Desaparece en el dormitorio. Se oyen ruidos, risas y murmullos hasta que se apaga la televisión, los sonidos y la luz.

 

Fin del primer acto

 

 

 

Segundo acto.

 

 

Por la derecha Soledad envuelta en un salto de cama. Se dirige al sector de la cocina. Enciende una hornalla y pone a calentar café.

 

Soledad: (Desperezándose) ¡Ah! ¡Qué cansada estoy! ¡Qué mal dormí! Pasé mucho frío, no me serviste (Recalcándolo) ni–de–es–tu–fi–ta.

 

Abre la puerta, levanta el diario del suelo y lo entra.

 

Soledad: (Hojeándolo) Hay un artículo sobre la bolsa que te va a interesar. Vos sabés que yo de eso no entiendo nada.

 

Suena el teléfono. Sorprendida mira la hora en su reloj pulsera.

 

Soledad: Sábado a las 10 ¿Quién es el inconsciente que puede llamar a esta hora? (Se sienta en el sofá y atiende con amabilidad) ¡Hola! (Escucha) ¡Sofía! ¿Haciendo los últimos preparativos para tu viaje?… (Pausa) Me enteré ayer, me parece fantástico… (Pausa) ¿Y por cuánto tiempo te vas? (Pausa) Dos años es mucho tiempo, quien te dice, por ahí conocés a alguien y no volvés más. (Pausa)

 

Se levanta con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja y se dirige a retirar el café que se calienta sobre el fuego.

 

Soledad: (Sorprendida) No sabía que tuvieras novio, ¿cómo vas a hacer entonces? Me imagino que a él no le debe causar mucha gracia que te vayas.

 

Pone a hacer tostadas y vierte café en una taza con la mano libre. Regresa con el teléfono y la taza. Siempre hablando se sienta nuevamente en el sofá.

 

Soledad: Claro, si él va a visitarte la cosa cambia. Puede ser que se queden allá para siempre. (Pausa) ¿Esta noche?… ¡¡Por supuesto!! Encantada voy a ir a tu despedida. Te felicito por todas las novedades… Sí, sí, claro, a las 8, claro, bueno, nos vemos… (Hace ademán de cortar y se detiene) ¿Quién? Ah, sí, sí, el doctor… sí, lo recuerdo (Sorprendida) ¿Preguntó por mí? (Muy sorprendida) (En voz baja mirando inquieta la puerta abierta del dormitorio) ¿Le diste mi teléfono?… No, ningún problema. De acuerdo… Bueno… hasta la noche…sí. Chau.

 

Corta la comunicación, apoya la barbilla en sus manos y se queda melancólica. Se pone de pie y va en busca de la bandeja para terminar de preparar el desayuno. Suspira.

 

Soledad: ¿Sabés, mi amor? Sofía tiene novio y él va a ir a visitarla a Miami muy pronto, ella no va a estar sola, qué suerte, ¿no?

 

Suspende un instante la tarea que está desarrollando y suspira nuevamente.

 

Soledad: (Triste) Sí, mi amor, no me olvido de vos, ya te llevo el desayuno y el diario a la cama. (Mimosa) Te tengo muy malcriado.

 

Se dirige al mini componente, pone música, comienza a bailar y a tararear la canción que se desgrana.

 

Soledad: (Escucha sonriendo) Sos el único que dice que canto bien, pero yo sé que lo decís porque me querés. (Pausa) (Sin dejar de bailar) Yo también te quiero mucho.

 

Sin dejar de bailar se dirige al sector de la cocina.

 

Soledad: (Escucha) ¿Qué decís? ¿Huevos revueltos con panceta? ¡No! Ni siquiera hoy que es sábado. No quiero darte tanta comida, te vas a poner muy gordo. (Sonríe con picardía) Sabés que no me gusta que engordes (Coloca dos tazas con café y las tostadas sobre la bandeja), para gordita ya estoy yo.

 

Pone sobre la bandeja, leche, azúcar, manteca y mermelada. Entra al dormitorio y reaparece enseguida, casi corriendo.

 

Soledad: Bueno, está bien, ¡Qué carácter! ¡No es forma de ponerse porque me olvidé el diario! (Enojada) ¿Por qué no lo vas a buscar vos? ¡¿Será posible que en esta casa tenga que hacer todo yo?!

 

Toma el diario y de camino lo hojeada distraída.

 

Soledad: (Sin dejar de hojearlo y desde la puerta del dormitorio habla hacia adentro, como distraída) ¡Ah! Me olvidaba: Sofía nos invita esta noche a su fiesta de despedida. (Pausa)     (Cierra el diario fastidiada) ¿Qué decís? ¿No querés ir? ¿Acaso tengo que ir sola? (Disgustada) Siempre sola. Parece que eligieron bien mi nombre: Soledad.

 

Suena el teléfono, deja el diario en el dormitorio y atiende en el estar con voz agradable.

 

Soledad: ¡Hola! (Pausa) Sí, habla Soledad. (Pausa) (Se sienta lentamente en el sofá) (Sorprendida) Sí, doctor, lo recuerdo (Pausa) Sí, lo recuerdo muy bien, (Pausa) Sí, doctor, Sofía me invitó. (Pausa) Claro que voy a ir ¡¿Cómo no hacerlo?! No tengo muchas amigas a las que quiera como a Sofía, y que se vayan a vivir por dos años a los Estados Unidos (Mira hacia el dormitorio con desconfianza) (Bajando la voz) Sí, doctor, para mí será un placer volver a verlo. (Pausa) Con todo gusto. (Pausa) Sí, encantada, nos vemos allá.

 

Corta. Ríe y estira los brazos por sobre la cabeza. Se levanta como siguiendo el impulso de esos brazos y baila con la música que no ha dejado de escucharse.

 

Soledad: (Con voz triunfante) ¡Mi amor! Voy a ir a la despedida aunque tenga que ir sola.

 

 

Fin del segundo acto

 

 

 

 

Tercer acto

 

Por la izquierda Soledad bien arreglada. Enciende la luz y pone música. Se la nota algo bebida. Baila y tararea la música. Desde el dormitorio llega el sonido apagado y el resplandor de la televisión.

 

Soledad: (Poniéndose el índice sobre la boca) Shhhhh, que lo podemos despertar al señor.

 

Sin dejar de bailar con mucha sensualidad se quita el abrigo y lo cuelga.

 

Soledad: (Sensual y mimosa habla sola) No, doctor… Sí doctor… Lo que usted diga doctor… doctor… doctor…

 

Sonríe y baila. Se acaricia la cintura y la cadera mientras lo hace.

 

Soledad: (Se acaricia la cara y el cuello) Doctor, si usted supiera cómo me estremece. (Baja la cabeza y cierra los ojos en un gesto muy sensual) (Como asintiendo a una solicitud se abraza) Me encantaría doctor…

 

Se paraliza. Queda expectante.

 

Soledad: (Sin dejar de abrazarse) ¿Te desperté, mi amor? (Escucha) ¡Oh! (Hace un puchero) ¡Cuánto lo siento! (Gira levantado los brazos) La fiesta estuvo maravillosa, lo pasé muy, pero muy bien. (Pausa) Sí, ya sé que tomé un poquito de más, pero, ¿qué importa? Total no tengo que manejar porque no tengo coche (Ríe) Sofía está feliz (A ella se la ve también muy feliz) y el novio es muy buen mozo, es de los que hacen gritar: (Se lleva las manos al pecho cruzándolas) “¡Y después dicen que las mujeres pecan”. Tiene pinta, simpatía, cultura. (Ríe) Y ella no lo va a dejar, noo, nooo, ella se lo lleva, mi amor (Recalcando las palabras) se–lo–lle–va, como yo te llevaría a vos, que no te voy a dejar nunca.

 

Suena el teléfono. Atiende y se aleja de la puerta del dormitorio.

 

Soledad: ¡Hola! (Sonríe extasiada) Sí, doctor… sí, doctor… doc… Caaarlos… (Se lleva una mano al estómago) Caaarlos… (Repite) (Con voz pastosa lleva la mano desde el estómago a la garganta) Caaarlos… (Como si él pudiera verla) desde acá sale su nombre, Caaarlos… ¡Qué lindo nombre tiene, doctor…! Es un nombre que sale desde acá… (Repite el ademán desde el estómago hasta la garganta) Sí… doc… Carlos… ¿Cómo?… ¿Que me quiere invitar a almorzar?… ¿Y a tomar el té?… Y a comer también?… ( Ríe feliz) sííííí… por supuesto que sí… lo espero a la 1,30. Hasta luego, Caaarlos…

 

Soledad: (A viva voz al dormitorio mientras gira con los brazos extendidos) ¡Era equivocado, querido!

 

 

Fin del tercer acto

 

 

 

Cuarto acto

 

Por la izquierda Soledad. Ingresa despacio, como meditando. Se saca el abrigo y lo cuelga en la percha junto con su cartera. Con la cabeza baja camina hacia el dormitorio. Se oye el televisor encendido. Se restriega las manos, las apoya contra los labios y piensa. Se apoya contra el marco de la puerta. Abre la boca como queriendo hablar y la cierra, repite el gesto y luego comienza a hablar pausadamente, como si dijera algo que aprendió de memoria y que le cuesta mucho expresar. El clima de pesar se mantendrá constante en este último acto.

 

Soledad: Querido, tengo que hablar con vos. Tengo que decirte algo que… (Golpea un puño contra la palma de la otra mano, mueve la cabeza con pesadumbre)… hace mucho tiempo que estamos juntos… no sé, perdí la cuenta de los años… (Apoya la cabeza en el marco de la puerta)… pero… creo que llegó el momento… (Se detiene, le cuesta mucho seguir)…de separarnos… de decirnos adiós… encontré un hombre… (Lentamente)…y me gusta mucho… y yo le gusto a él. (Escucha) (Afirmativa, casi enojada) ¡Sí, yo le gusto!

 

Camina nerviosa frotándose las manos.

 

Soledad: (Enojada) Sí, me gusta y le gusto. (En un arranque) Casi te diría que estoy enamorada de él. Que me gustó desde que lo conocí. (Escucha) ¡Y yo a él también! (Molesta) ¿Por qué? ¿Acaso no se puede enamorar alguien de mí? ¿Acaso nadie me puede querer? ¿No soy atractiva? ¿Sexi? ¿Acaso no te gusté como soy? (Suavizando la voz, casi dulce y cariñosa) ¿No me quisiste así… (Con mucho cariño) … gordita y madurita como soy?

 

Se dirige a la alacena y saca dos copas que coloca sobre la mesa delante del sofá. De la heladera retira una botella de champagne, la abre y llena las copas dejándola, luego, junto a ellas.

 

Soledad: (Con dulzura) Él quiere iniciar una relación conmigo y no quiero decirle que no. Quiere venir a casa, y no lo puedo invitar si vos estás, creo que me comprendés. ¿No? ¿Qué explicación puedo darle si me encuentra viviendo con vos? (Pausa) (Con tristeza) Pero no nos vamos a separar sin antes brindar por la despedida y… ¡quién te dice!… en una de esas… con el correr del tiempo… volveremos a estar juntos de nuevo.

 

Entra al dormitorio y reaparece arrastrando en sus brazos, con mucho cariño, a un rústico muñeco de trapo del tamaño de un hombre. Lo besa en la gran cabeza de papel maché, lo acaricia amorosamente y lo coloca con suavidad sobre el sofá. Queda de pie a su lado y toma una tijera de la caja costurero.

 

Soledad: (Sonríe con afecto al muñeco) Tanto tiempo me acompañaste. (Con mucha suavidad le desprende con la tijera la cabeza del cuerpo) ¡Cómo me ayudaste a paliar mi soledad! (Tira la cabeza detrás del sofá y le saca, muy despacio, el buzo que le cubre el torso y que contiene los brazos engrosados con relleno terminados en guantes) Nos hemos llevado muy bien… (Le quita, muy despacio, los pantalones con las piernas engrosadas con relleno que terminan en medias) No puedo decir que te voy a extrañar… (Mira con dulzura los restos) …pero sí (Con vehemencia) que espero que éste sea el final.

 

Soledad deja lentamente la tijera sobre la mesa y queda un instante mirando el cuerpo formado por almohadas, luego, despacio, levanta ambas copas y brinda en el aire. Tiene una sonrisa enigmática. Bebe el champagne de una copa hasta vaciarla, luego levanta la otra.

 

Soledad: (Dirigiéndose al muñeco, con gran ternura) Gracias… (Alza la copa) Gracias por todos estos años en los que me hiciste tan feliz. Deseame suerte… la voy a necesitar. (Bebe la copa hasta el final).

 

Telón

 

 

 

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