Comentario sobre ¨Fines perversos¨de Tito del Muro, Olé libros, novela 2024
Desde el primer párrafo quedamos atrapados en esta novela como insectos en una tela de araña. En ella la ciudad funciona como un personaje más, como escenario que acoge a los protagonistas y sirve a sus fines. Una ciudad que se divide entre la luz y la sombra; el día luminoso que se abre al trabajo y al amor, la noche oscura que oculta un submundo de sexo, drogas, sangre y terror.
A poco que avancemos en la lectura encontramos a dos asesinos seriales que se enfrentan a matar o morir, mientras van sembrando el horror y la muerte a su paso. Entre ellos, uniéndolos y separándolos, vemos a un tercer homicida, aparentemente ingenuo y manipulador.
En Fines Perversos nadie es quien parece ser, los personajes principales, y los secundarios se desdoblan en un juego, a veces escalofriante, manejado con destreza por el autor. Solamente escapan a ello quienes se ubican en una tercera línea.
Damián, el carnicero, si bien se encuentra entre los actores protagónicos, es un hombre bueno que desea encontrar al asesino de su amada. Esto hace que se anime a escarbar en un submundo que desconoce. Quiere venganza o justicia. Su dolor lo transforma de un joven dulce y amigable a un hombre astuto, que busca la respuesta a sus preguntas para llegar a la verdad. Su desconsuelo nos llena de ternura.
Tito del Muro es un maestro en el arte de manejar los hilos de sus marionetas literarias, y lo hace con tal habilidad que, pese a lo complejo de la trama podemos seguir su juego, por momentos perverso, escalofriante.
Además, están ellas, las jóvenes bonitillas y vulgares que desean cambiar su vida gris y monótona por otra, glamorosa. Para lograrlo acuden a ‘anuncio por palabras’, y en ese intento quedan presas del tejido macabro que el autor nos propone. Pocos de aquellos que lo transitan escapan ilesos.
El relato está manipulado desde la personalidad psicopática de tres de los cuatro protagonistas. El autor se filtra en su sangre y los desnuda, les sigue los pasos, y nos obliga a seguirlo. Somos nosotros también quienes matamos o, como anhelantes espectadores, observamos aquello que sucede, y al igual que sus víctimas, no podemos hacer nada, estamos paralizados.
Ninguno de los actores de esta novela nos deja indiferentes. Los secundarios, sin quienes esta trama no podría desarrollarse, despiertan nuestro interés hasta el punto de querer avisarles del peligro que corren siendo seducidos por los perversos.
Tito del Muro va desgranando gota a gota esta escalofriante historia que, como acostumbra, está cuidadosamente estudiada. Ningún elemento queda librado al azar, y dentro de este juego macabro se mueve con soltura.
Pero, así como el uruguayo Felisberto Hernández Silva, el argentino Manuel Mujica Láinez, y otros autores, Tito del Muro nos regala un respiro delicado al darle vida a los elementos. El viento, la puerta, la estufa y otros cobran vida y se manifiestan. Esto nos contenta y nos subyuga, es un dulce guiño que nos permite continuar, aliviados.
El final, elaborado con maestría, deja un portal abierto en la imagen de la pequeña Lily, que podrá desarrollarse con todo el potencial heredado.
Así es la vida de las grandes ciudades, dura, muchas veces inhumana, confusa como la sal y el azúcar, que se parecen, pero no saben igual.
Cuesta terminar el libro que nos tuvo atrapados línea a línea. A través de Fines Perversos vislumbramos un submundo desconocido. Tito del Muro deja abierta una rendija para que lo podamos atisbar, también una luz a la esperanza… y la posibilidad de que todo vuelva a comenzar.