Textos

De un diario de viaje (parte I – FEZ)

En junio viajé a Fez; a mi llegada cené en una recova y ya conocí, al menos, la alegría y amabilidad marroquíes; al día siguiente fui a Fez el-Bali, donde se encuentra la medina o sector más antiguo de la ciudad vieja, que data del siglo VIII: ante la plaza seca está la Puerta Azul, hermosa con sus dibujos cincelados sobre el estuco y por la que ingresé a las laberínticas callejuelas. El caótico trazado medioeval busca ser remediado por carteles de bella cerámica en los que la forma –rectangular, cuadrada o circular– indica si se trata de una calle sin salida, o con dos o con más, o de una plaza. Por cierto: un guía evita que uno se pierda.

Adornadas por buganvillas y otras cubiertas por esteras de caña, de madera o de tela, las callecitas son muy estrechas y en  ocasiones, al cruzarse con hombres llevando pavos vivos o con burros cargados de leña, había que hacerse pequeña para que pudieran pasar. En este zoco, uno de los más grandes y activos del mundo, se mezclan los aromas más diversos entre los que predominan las especias; por doquier se oyen pregones de vendedores por sobre el sordo murmullo de la multitud, interrumpido cada tanto por los llamados a oración. La mercadería expuesta ante las puertas estrecha aún más las sendas de paso y cada uno de los quinientos sitios o “barrios” que componen el sector está dedicado a algo específico: cerámica, ropa, cueros, etcétera, separados por puertas que aún existen, aunque ya no se usan. Entremezclados al azar, hay lugares de comida.

Llegué a una curtiduría: si tuviera que describir el trabajo esclavo, nada la superaría. En ella los hombres se transforman en siervos, peones o bestias, no importa si esto les acorta la vida o se intoxican inexorablemente con las tinturas. Fue una dolorosa experiencia.

Almorcé en un “riad”, antiguo tipo de casa árabe que deseaba conocer. Patios rodeados de arcos, columnas y paredes ricamente decoradas, fuentes que surten agua y frescor de primavera en verano. Ese era el Fez que yo ansiaba, con el que siempre soñé: una estampa de lujo y belleza… Al día siguiente recorrí el barrio judío, con su sinagoga y su cementerio, tomé fotos del palacio real y de su guardia, y traté de conocer algo más de Fez, la ciudad imperial.

María Cristina Berçaitz, junio 2024

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